"Jaibas" (IV)


Martínez había llamado y quería vernos; y más que vernos, lo que quería es que nos fuéramos a vivir con él. El argumento, como todos los suyos, era sólido, impecable. Ya era mayor (frisaba los 81) y estaba enfermo. Además había hecho testamento -decía- y, al no tener herederos, la casa de la sierra y un piso en Madrid atiborrado de cuadros estaba ya a nombre de Clara, a la que acababa de conferir el rango de ahijada.
A mí no me gustó la cosa. Como perfecto egoísta, vaticinaba trampas y creía que tanta generosidad encerraba algún fin inconfesable, de los que a Clara le gustaban por su cristalina forma de ser.
El estaba transformado. Lo encontramos enchufado a un tubo de oxígeno del que respiraba agitado y le permitía hacernos señas de que nos acercásemos. A su lado había una enfermera que parecía salida de la I Guerra Mundial. Faltaba Hemingway alumbrado por la panza de una ambulancia de la Cruz Roja.
El dueño de la casa se recuperó pronto y volvió con ansias que desmentían sus fuerzas a coger los pinceles y a montar el caballete al aire libre. A mí me recordaba la biografía de algún pintor famoso, ya reconocido mundialmente, que estira lo que le queda de vida en modelar recuerdos y dar cumplida forma a lo logrado.
Pero yo no las tenía todas conmigo. A pesar de la decrepitud física del artista, ante cuyas cualidades me inclinaba sin problemas, seguía temiendo algún estropicio en la convivencia a tres bandas a que nos veíamos obligados, y de la que ya me resentía.

No tardó en morirse…No pasó mucho tiempo sin que Clara me entregase la carta que el finado, en un rasgo de humor póstumo, me había escrito. Pero nada de humor. Las tintas estaban cargadas desde el comienzo. El tipo no me soportaba. Y a mi jaiba menos. Puede que no me hubiese soportado desde el comienzo y que la enemistad entre ambos fuese aún más profunda que por la recurrente historia del cangrejo.
"…En cuanto a ti, Ruiz, sapo inmundo, bellaco, he de decirte -avisaba- que fuiste la relación más imbécil que he tenido en mi vida y la persona que me apartó de disfrutar de Clara los últimos años de mi existencia, a lo que ella daba su aquiescencia. Volveré, no te quepa duda- afirmaba. Esto no se va a quedar así por mucho que te gustase. Volveré las veces que sean necesarias para que no puedas gozar de ella y tu vida sea el infierno que tú me procuraste en la Tierra…."

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