–Buenos
días, Elpidia. Hágame usted el favor y páseme los periódicos al despacho y que
nadie me moleste.
–Ahora
mismo. Por cierto, antes de que se me olvide, han vuelto a llamar los de la
AUSLEMA.
– ¿Perdón,
que han llamado quiénes?
–Los que llamaron el pasado martes, la Asociación de Usuarios de Sanidad en Lista de Espera Más de 3 Años.
–Ahhh, esos, ya vienen pidiendo otra vez. Sólo
saben hacer eso: quejarse y pedir. ¡Pedir, pedir y pedir!
–Pues han solicitado
que los reciba cuanto antes, dicen que es urgente, ¿qué quiere que les diga?
– Le tengo
dicho que no se le ocurra pasarme llamadas y peticiones de asociaciones de
quejicas pedigüeños... En fin, usted ya sabe lo que tiene que hacer, Elpidia.
–Sí, lo de
siempre –“hacer lo de siempre” en su micro-universo laboral es un brillante
y recurrente eufemismo que equivale a: “darles largas hasta que se cansen y
dejen de insistir” –.
En la
insondable soledad de su despacho, el Director General Autonómico de la Secretaría
de la Subsecretaría de la Delegación de Presidencia de Coordinación de la
Vicepresidencia de la Vicenconsejería de la Subdirección General del Ente
Público Comarcal de Sanidad, se encuentra sumido en sus habituales y
trascendentales labores: diseñar sesudas estrategias para el juego que se acaba
de bajar a su Iphone, ojear los
periódicos (siendo más precisos: ojear la sección de deportes de los
periódicos) y revisar con supremo esfuerzo un catálogo de cruceros de lujo que
se encontraba sobre su mesa de diseño de caoba australiana. Ya son las 12 de la
mañana y nuestro héroe, Florián Mata, en unos minutos se irá a la sede del
Partido. Antes, el preclaro Director de la Secretaría de la Subsecretaría llama
a su Secretaria por el interfono (un maravilloso invento que posibilita eludir
el contacto visual):
–Elpidia,
tengo que comunicarle algo. Verá: Es usted una buena funcionaria, una
secretaria muy profesional y competente. No tengo ninguna queja de usted, qué
duda cabe, todo lo contrario. Pero he hablado con el Jefe de Servicio para que
le asigne a otro departamento. Muy a mí pesar me he visto obligado a corregir
unas disfunciones internas coyunturales dimanantes de la actual situación
colateral de la disyuntiva propia de la sinergia de la planificación solvente
de la adecuación de los recursos… No vaya a pensar usted que es algo personal,
¿eh? La próxima semana otra persona vendrá a sustituirla. Con ella vendrán un
par de asesores personales, quizás cinco, que nos ayudarán a planificar las
políticas de austeridad que hemos de poner en marcha cuanto antes.
–¿Va a
sustituirme por otra funcionaria? –pregunta Elpidia, compungida y con el
orgullo herido–.
– No, no, no sé me ocurriría cambiarle por otra funcionaria. Es alguien de fuera, personal de confianza. Se trata de mi sobrina política. Y no piense mal: la he elegido únicamente porque es la persona más capacitada para el puesto, que sé que los funcionarios son unos malpensados y se ponen en seguida a despotricar sin motivos. Tendrá usted la oportunidad de conocerla el próximo lunes, ya que deberán pasar unos días juntas para explicarle todo lo que necesite. Bueno, se me hace tarde. Por favor, llame al chófer –que será el encargado de llevarle en el coche oficial a la sede del Partido para recoger un modesto sobresueldo para compensar su “sobrededicación” y sus “sobreesfuerzos”– que me recoja en veinte minutos. Reserve una mesa en el New Rich para seis a las tres en punto. La facturación va para gastos de representación (¡faltaba más!).
Florián
Mata, tras salir de su despacho y pese a estar seguro de haberse ganado la
estima (y el voto) perenne de la Secretaria gracias a su sinceridad y encanto,
decide dedicarle a Elpidia unas palabras de consuelo. Al fin y al cabo, él es
un hombre tremendamente compasivo:
– ¡Un día
precioso! Ya tenemos aquí la primavera.
–
¿Primavera? Pero si estamos en febrero–, responde ella ligeramente aturdida y
“más ligeramente” hastiada, sin levantar la vista de sus papeles.
–Que sí, le
digo yo que sí. Venga, acérquese, asómese un momento por la ventana… Mire,
allí, ¿lo ve?
– ¿Si veo el
qué?
–Qué va a
ser: ¡Brotes verdes, coño!
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