Ahora paseo por una calle estrecha, ni excesivamente concurrida ni vacía (como a mí me gusta): el tipo de calle en el que una no se siente sola pero tampoco agobiada por el gentío. Delante, a unos quince metros, a mi derecha, saliendo de un portal, veo a una anciana en una silla de ruedas que es transportada por dos mujeres de mediana edad. No sé porqué pero la anciana atrae mi atención. Mientras camino, muy despacio, observó su rostro: Debe rondar los ochenta años, ojos verde oscuro pintados de ausencia, boca rígida e inmóvil, salpicada de ese tipo de arrugas que dignifican más que afean. Tiene una mata de pelo grisáceo más que respetable para su edad que, además, lleva muy cuidada. Es una mujer que, pese a lo que transmiten sus ojos y su boca, desprende mucha elegancia. Debe haber sido guapísima, pienso. En este momento paso justo al lado de ella. Acabo de ver algo que me ha dejado una sensación de malestar que me recorre todo el cuerpo: en la comisura de sus labios, resbala un fino hilo de saliva, sin que parezca que ella pueda hacer amago de evitarlo. Un primer pensamiento me viene a la mente: Alzheimer. Un segundo pensamiento, casi simultáneo al primero, hace acto de aparición: ¡No hay derecho! No, no lo hay, de ninguna manera.
La mujer hace ya un buen rato que la dejé atrás (realmente nuestro encuentro no ha supuesto más de diez segundos). Sin embargo, no puedo apartarla de mi pensamiento. Tal vez no fuese Alzheimer, puede que fuese un ictus, o cualquier otra enfermedad neurodegenerativa. Y que más da lo que fuese, recapacito. Sea lo que sea su vida ya no es vida. ¿Dónde quedó la sonrisa de esa mujer, perdida en un recuerdo que ni siquiera puede recordar? Obligada a vivir una existencia que es pura fisiología, sin más sentido que la mera supervivencia. Lo que esa mujer fue, ya no es ni será. Que asco. Esa mujer quiso, amó, odió y esconde una historia personal que es toda una vida. Y ahora está ante un enemigo más temible que los gusanos. Me entran ganas de llorar. No lo hago. Mi vida sigue y (siendo sincera) no tardaré mucho en olvidar esa dolorosa imagen. Además, acaba de sobrevenirme un pensamiento que me hace sentir un latigazo de optimismo: Por muy masacrado que pueda acabar su cuerpo, por muchos castigos corporales y mentales que aún le queden por sufrir, esos preciosos ojos verdes jamás perderán la dignidad…
Ni siquiera ante la maldita enfermedad.
La mujer hace ya un buen rato que la dejé atrás (realmente nuestro encuentro no ha supuesto más de diez segundos). Sin embargo, no puedo apartarla de mi pensamiento. Tal vez no fuese Alzheimer, puede que fuese un ictus, o cualquier otra enfermedad neurodegenerativa. Y que más da lo que fuese, recapacito. Sea lo que sea su vida ya no es vida. ¿Dónde quedó la sonrisa de esa mujer, perdida en un recuerdo que ni siquiera puede recordar? Obligada a vivir una existencia que es pura fisiología, sin más sentido que la mera supervivencia. Lo que esa mujer fue, ya no es ni será. Que asco. Esa mujer quiso, amó, odió y esconde una historia personal que es toda una vida. Y ahora está ante un enemigo más temible que los gusanos. Me entran ganas de llorar. No lo hago. Mi vida sigue y (siendo sincera) no tardaré mucho en olvidar esa dolorosa imagen. Además, acaba de sobrevenirme un pensamiento que me hace sentir un latigazo de optimismo: Por muy masacrado que pueda acabar su cuerpo, por muchos castigos corporales y mentales que aún le queden por sufrir, esos preciosos ojos verdes jamás perderán la dignidad…
Ni siquiera ante la maldita enfermedad.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAbsolutamente maravilloso.
ResponderEliminarUn saludo.
Te prodigas tanto como Kubrick. ¡Qué placer es esperar tus entradas! ¡Qué (...) cuando llegan!
ResponderEliminarJamás. Jamás perderán la dignidad. Entre el polen y tu entrada, tengo las lágrimas fuera, sin poder evitarlo. Sin poder evitarlo.
ResponderEliminarGracias por volver a traernos otra entrada.
Besos
Yo quiero como tú. Y si te hace daño el ¿intrépido? le cojo el casco y le atizo hasta abrirle y le meo luego y después le parto y lo llevo al Bulli ese dentro de una bañera de caldo de pollo a la vienesa.
ResponderEliminarUsted es genial. Yo la amo y no tengo nada más que añadir. Y si no estuviera comprometida ya hubiera ido a verla, pero no en carretera sino por los caminos en una mula manchada que me voy a comprar, que son unos animales muy buenos.
¿Dignidad?, bonita palabra para dejarnos algo de elegancia en la decrepitud, cuándo la enfermedad o la soledad cabalgan como coches a toda velocidad. No somos nada verdad? y eso te pone triste, pero es así, no somos nada si no amamos, o si no nos aman, si esto ocurriese nada de lo que hablamos tendría importancia. Pero el amor está ahí fuera, al otro lado, es solo cuestión de abrir la ventana y mirar, y revolotear, y darse, entregarse retozar, desplomarse, ajarse, sobrevenirse y volver a ver el sol. Vivir en soledad, es como no vivir, y la saliva que cae a nadie importa, ni siquiera a mí. Besos apasionados para una mañana gris de Mayo.
ResponderEliminarMi estimada Sirena.. que bueno es venir y leerte con agrado. Siempre logras atrapar el interés y volcarnos a reflexionar en cada letra y pausa dejada por tí.
ResponderEliminarMi abrazo cordial y de siempre...
Navero
Regreso para agregar que también los odio tanto como tú...
ResponderEliminarEs más, algún día cargaré mi carreta con libros y todo lo necesario y desapareceré definitvamente del mundo.
Cariños.. y como siempre nos tienes acostumbrados, tus experiencias y reflexiones tienen sabor y fuerza. Espero que eso se entienda.
nvro
Querida Sirena... bien, lo cierto es que nos haces esperar tus palabras. Pero estas palabras y estos pensamientos son profundos, vividos y llegan. De ahí que necesites tiempo... Y el tiempo está para eso. Para tomarlo, degustarlo y vivirlo como desees...
ResponderEliminarUn abrazo
¡Y lo querías dejar! ¡pa matarte!
ResponderEliminarEn fin...
Si a algo le temo de verdad es al deterioro mental y a la miseria física. Muchísimo más que a la muerte, ¡sin duda alguna!.
Pero seguramente seremos legión los que preferimos que se apague nuestra mirada antes de llegar ahí. Ojalá se pudiera escoger a voluntad Sirena.
Un beso.
Te adoro. ¿Lo sabes?
ResponderEliminarTe devuelvo el piropo: una entrada verdsderamente emocionante
ResponderEliminarSirena, eres de una elegancia exclusiva, incluso para sacar a colación una triste situación o un momento fatídico.
ResponderEliminarHay muchas cosas inexplicables y que quizás nunca hallemos la respuesta, pero están ahí, nos agrade o no, (de momento) son así.
Los coches. Querida Sirena yo soy de las que el coche forma casi parte de mis movimientos, como llevar el bolso... me ofrece la libertad de ir y venir a cualquier hora, y trasladarme a cualquier lugar, llevo tantos años conduciendo que me resulta difícil imaginar mis movimientos sin él, quizás también sea por el tipo de vida actual, no lo sé, pero reconozco que así es. A pesar de todo te diré que siempre que está a mi alcance, paro ante los peatones, cedo los pasos de coches y demás, procuro actuar como a mí me gustaría ser correspondida en caso de estar en el otro lado de la situación.
Referente a la imagen que nos relatas, el de esa señora, ciertamente es triste y más ha de serlo cuando a la persona en cuestión la has conocido en su esplendor (no es el caso), pero mira querida Sirena, la vida también me ha hecho ver que al igual que vamos contemplando la ascensión de la vida, desde niños hasta la madurez, de igual forma nos muestra el decaimiento y la erosión del ser, de la madurez hasta la ancianidad o incluso algo antes.
Aceptar el maravilloso despliegue de la vida hace que debamos aceptar el declinar de la misma. No sé si es justo o no, pero esa es la realidad, quizás ese sea el motivo que dentro de lo posible mi horizonte sea siempre vivir el instante en su plenitud, sea cual sea su color, pero no dejar pasar la oportunidad que la vida nos ofrece cavilando en situaciones o momentos futuros que nunca sabremos si se darán o no. La vida es hermosa, o puede serlo, aceptando todo lo que hay en ella, mejorarla, evitar lo gris y lo triste, pero al igual que las personas, la vida tiene sus defectos y sus virtudes.
Amiga pasear por tus artículos es un encantador paseo por los adentros.
Un abrazo y que nunca pierdas esa forma hermosa de mirar la vida.
Era un azul que solo podía contener los ojos
ResponderEliminarEra un azul que sólo podía contener los ojos. El resto de la persona era sustentar el absurdo con la mirada. El cuerpo carcomido de recuerdos que apenas si habían dejado uno solo, porque tampoco la habían dejado vivir con ella; de ella participar en el arcano que se abría a cada paso inusitado que daba en el traspié ubicuo de la vida. Salía a la calle acompañada de su hijo en la silla de ruedas, más abandonada de lo que veía a ella. Los dos habían configurado un todo eterno que venía de muy atrás; de lo escondido de las impresiones sin nombre. Avanzaban para rescatar imágenes imposibles de encontrar porque nunca habían nacido. Empeñados en creer que el movimiento jamás se ha demostrado andando sino, en todo caso, yendo hacia atrás. Todo lo que empaqueta venir al mundo y vas descerebrando en los pasos compartidos. Callaban porque las palabras sobraban. Así hasta que un día, momentos antes de partir donde la recibirían en volandas, para resarcirse de su vida, él la llamó madre; despertó ella de la somnolencia que depara dejar las sortijas de la vida en una bandeja vacía, volvió la cabeza hacia algún lado inescrutable y me dijo "hijo"; "mi hijo"; "mi paño de lágrimas". Fue lo último que formaron las palabras. Me miró. Sus ojos, increíblemente azules, relucientes de un fulgor próximo mirar en otro lado, cargados de vida y sensación, se fijaron en los míos petrificados; produciendo en el pecho un vaho intransferible al pensamiento de haber hecho, por fin, algo bueno en la vida; algo con peso inusitado que esgrimir en tu acalorado descargo y defensa de no entender nada. La sustancia que me anima a creer que estoy vivo y he servido para algo.
Perdió su sonrisa, pero no su mirada; ni todos los tesoros que cobijaba y en la mirada estaba su existencia reflejada de verde esmeralda o de todos los verdes posibles a pesar de todos los infortunios.
ResponderEliminar¡AY Sirena de mirada de luz!
Inuits
Aún unos ojos pintados de ausencia llevan a cuestas profundas dignidad. Quizá lo que afecte es reconocerse un poco en una mujer que a pesar de ser ajena, lleva las posibles historias que no queremos imaginar en nosotras mismas. Todo sigue y más vale llenarse de vida y de sorpresa.
ResponderEliminarFlash de un instante, casi fotográfico en el que te permites construir toda una proyección de vida, toda una historia....sensibilidad, conciencia de lo que somos y podemos llegar a ser...eso ers tú, un hermosos manojo de sensibilidades, llenas de ternura y sentido de la vida...enhorabuena desde azpeitia
ResponderEliminar¿Qué ocurre cuando la dignidad de ser humanos se nos esconde detrás de un pliegue de la edad y no quiere salir por miedo? Dejamos de ser y somos otros, nos extraviamos en una circunvolución, pensamos sin saber hilvanar esas palabras porque nos salen otras, o siquiera: la palabra es esa saliva. Y, a pesar de todo, no se escapan las lágrimas.
ResponderEliminar¿Se puede pretender más? Le leí a usted, y me sentí obligada a escribir lo que nunca hubiera querido escribir. Hoy leo al Rey del Metro, y me preguntó ¿por qué fui tan desafortunada a escribir lo que no supe decir a pesar de haberlo pretendido?
ResponderEliminarNo, después de leerles a los dos, la verdad es que no se puede pretender más.
Me encantó como siempre.
Es el último derecho que debería perderse, después de la vida, la dignidad; algo que no se sabe bien porque últimamente la sociedad no sabe apreciar.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
La música nos hace sentir la libertad.Ella nos lleva a paraisos perdidos donde están los rostros que tanto amamos...
ResponderEliminarSirena gracias por esas palabras que me llevan a recordar...
ES algo que veo a menudo por el trabajo que a veces me ocupa y como tú me hago esas reflexiones y trato de ver en un cuerpo desvencijado toda la historia de una vida que no es verdad que sea justa y que no es cierto que ponga a cada uno en su sitio. La vida, es lo que es y la vejez es lo que acaba con la vida antes de la muerte.
ResponderEliminarGracias por tu entrada, hacía mucho que no leía ni escribía nada y al hacerlo ahora en tu blog, me han entrado de nuevo ciertas ansias.
T.T.
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