(Imposible olvidarte, canalla)
Soñé que estaba durmiendo placidamente, boca abajo, sobre un alto y fresco césped. El lugar era extremadamente agradable e invitaba al sueño.
Con los brazos extendidos había formado una especie de círculo, que cerraba juntando mis manos con fuerza. En el sueño me veía allí tendida desde una cierta distancia en altura, como si se tratase de un viaje astral. En un momento dado observé que un perrito muy pequeño y gracioso, de color canela, se me acercaba y, saltando por encima de la barrera que formaban mis brazos, se acurrucaba junto a mi mejilla, en la que yo notaba su carita peluda y sedosa.
El perrito estaba feliz y me hacía todo tipo de carantoñas, su ternura y su alegría eran contagiosas. Yo permanecía inmóvil, sin pestañear, tenía miedo de que marchara y le hacía creer que seguía dormida, hasta que el perrito se durmió dulcemente a mi lado.
Se trata de uno de los típicos sueños que recuerdas al despertar con todo detalle y que querrías que se repitiera mil veces. Pude reconocer al perrito. También imagino lo que representaba el césped. Pero me gustaría saber porqué yo acotaba un espacio con mis brazos; porqué el perrito quiso estar precisamente allí, junto a mi; y porqué una escena tan simple me hacía tan feliz. Esas preguntas me tienen intrigada… Entiendo que cualquier freudiano hablaría de la líbido y la muerte, pero yo prefiero verlo como una exaltación de la vida.
(a 13 de julio de 2007)
Con los brazos extendidos había formado una especie de círculo, que cerraba juntando mis manos con fuerza. En el sueño me veía allí tendida desde una cierta distancia en altura, como si se tratase de un viaje astral. En un momento dado observé que un perrito muy pequeño y gracioso, de color canela, se me acercaba y, saltando por encima de la barrera que formaban mis brazos, se acurrucaba junto a mi mejilla, en la que yo notaba su carita peluda y sedosa.
El perrito estaba feliz y me hacía todo tipo de carantoñas, su ternura y su alegría eran contagiosas. Yo permanecía inmóvil, sin pestañear, tenía miedo de que marchara y le hacía creer que seguía dormida, hasta que el perrito se durmió dulcemente a mi lado.
Se trata de uno de los típicos sueños que recuerdas al despertar con todo detalle y que querrías que se repitiera mil veces. Pude reconocer al perrito. También imagino lo que representaba el césped. Pero me gustaría saber porqué yo acotaba un espacio con mis brazos; porqué el perrito quiso estar precisamente allí, junto a mi; y porqué una escena tan simple me hacía tan feliz. Esas preguntas me tienen intrigada… Entiendo que cualquier freudiano hablaría de la líbido y la muerte, pero yo prefiero verlo como una exaltación de la vida.
(a 13 de julio de 2007)
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