“Si no hay
una compañera capaz de dar la réplica y coger el rifle si atacan los indios, no
merece la pena. A mí siempre me interesó la mujer capaz de coger el Winchester
y disparar por la ventana; nunca pude soportar a la mujer que da grititos y se
te agarra al brazo…” (Arturo Pérez Reverte en una entrevista)
Me gusta la gente agresiva, radical y engreída. La gente que, por su trayectoria vital, puede permitirse el lujo de ser así… Me gusta Arturo Pérez Reverte, finalmente convertido en un iconoclasta y despojado de falsas humildades. No en vano, alguien ha dicho que la más perversa de las vanidades es la vanidad de la modestia.
De sus bien perfiladas facetas, me gusta más la del Reverte crítico que la del lírico. Me gusta más el Reverte que dice que todos los españoles somos unos imbéciles, gilipollas y unos hijos de su madre, que el Reverte tierno y sensible que aconseja y reconforta a su “hija” por haber sido una niña “diferente” a causa de su inquietud intelectual.
Sin embargo, Reverte es único y nunca se abandona completamente a la molicie sentimental. Su talante radical le persigue implacable, hasta cuando –inusitadamente- aparece como un padre protector, aprovecha la ocasión para decirnos que a excepción de ella (la niña que se emociona viendo una película de la muerte de un anarquista) la gente de su edad se divide en dos grandes grupos: “una minoría de analfabetos desorientados…, y una masa inerte cuya única aspiración es salir en Gran Hermano o ponerse hasta arriba el sábado por la noche…”
Y hablo de su talante radical desde la admiración –un sentimiento difícil de profesar hoy día por alguien- al menos por mi parte. Pero, ¿cómo no sentirlo por un lenguaraz indomable?
Otra de las cosas que me ha llamado la atención y que no convendría ni mencionar por respeto a lo políticamente correcto -y que por lo tanto menciono- es cómo este hombre ha guardado celosamente su intimidad y su vida privada. Creo que nunca he leído un comentario acerca de su mujer. Sí, ella, su compañera, si la tiene, o si la tuvo, quién pudiera ser o haya sido la persona o personas que han disfrutado de su cercanía, de su cotidianeidad. Casado, soltero, viudo o divorciado… ¿Quién es o ha sido la afortunada? ¿En qué medida ha ejercido influencia sobre él o sobre su obra? Pérez no habla de ella, la ningunea, y hace bien. Sin embargo reconocer su existencia es algo que sí han hecho plumas de la categoría de Miguel Delibes, admitiendo la notable y positiva influencia que ejercieron sobre ellos y sus obras…Pero haces bien, Pérez, porque tal vez ella no ha influenciado en absoluto tu obra ni tu vida y si lo ha hecho puede ser que vengan las feministas a tomar el rábano por las hojas y desvirtúen a su antojo cualquier comentario que pudieras llegar a hacer…¡Hasta ahí podríamos llegar! ¡ sobre todo tú ! jajajaja...
En fin, así veo yo a este tipo duro, jacobino, erudito, curtido en mil batallas, de personalidad sobresaliente, y descreída… Uno de mis pocos admirados, D. Arturo, usted si que es “gente de dormir inquieto, peligrosa y viva”.
Otra vez estoy de acuerdo contigo y esto empieza a inquietarme, he leído todo lo que ha escrito y busco sus artículos, porque están llenos de ese veneno que nos hace revivir de la molicie de todos los días...Eres una Sirena Varada en el mar Mediterráneo, si estuvieras en mi mar donde la marea sube doce horas y baja otras doce, hace tiempo que hubieras sido rescatada por el mar Cantábrico duro y violento...después de haberte leído tanto...ahora un beso de azpeitia
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