Renunciar

En una entrevista a Julián Marías, publicada en el Diario “La Verdad” de Murcia (1-10-2007), y en alusión a su libro “Tu rostro mañana”, en el que reflexiona sobre cómo cosas que formaron parte de nosotros llegan a sernos ajenas y sobre todo, cómo se viven las pérdidas por abandono o muerte de alguien, afirma:
-“Al principio eso parece intolerable; pasan los días absolutamente dominados por el sentimiento de pérdida y poco a poco, sin que suceda nada relevante, sin que se dé una sustitución (en el caso de un abandono), la mera idea de poder recuperar a esa persona por la que tanto penamos nos da pereza. Una vez que se ha renunciado a ellas, hasta las personas más queridas se convierten en pasado…”

Siempre hemos confiado en que el transcurso del tiempo lo curaría todo. Después de leer las palabras de Marías, se puede entender que el poder curativo de ese tiempo no actúa por su simple transcurso, sino gracias a la aceptación... Sabiendo eso, conviene ganar tiempo al tiempo e intentar renunciar cuanto antes.

10 comentarios:

  1. Cuando se trata de alguien muy querido, después de la renuncia y de aceptar la realidad, siempre queda algo tan positivo como el recuerdo.
    Y.."El recuerdo es el perfume del alma". Lo decía George Sand (seúdonimo), una escritora francesa del siglo XIX y creo que tenía mucha razón.
    Un saludo.
    (Seguro que te refieres a su hijo, Javier Marías)

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  2. Sí,tienes razón, quería referirme a Javier Marías.
    Gracias

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  3. ...Pero si renunciamos cuanto antes, ¿cómo sabemos que estamos realmente renunciando? ¿y cómo sabemos a qué estamos renunciando? En cuanto a las pérdidas podríamos preguntarnos por otro lado: ¿debemos encerrarnos y eludir el contacto con "lo otro" porque puede ser volátil y pasajero? Y aún sin elogiar una búsqueda del sufrimiento hay que reconocer qué lo que nos deja este tras de si es una mutación íntima del ser. La vivencia del sufrimiento nos hace trascender barreras y crecer como personas.
    Sabido es, sin embargo, que la transgresión de barreras comporta un viaje sin vuelta atrás. Los miedos nos atan al presente y al pasado. Pero sin la noción del miedo no se sobrevive...
    (de Clandestino)

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  4. En el (magnífico) extracto de Javier Marias hay, a mi juicio, una palabra clave: "pereza". La pereza es el vaho que empaña nuestra vida. Es la pereza quien rompe lazos antaño irrompibles; es la que transforma la necesidad de lo tangible en mero recuerdo. La renuncia no implica, creo, aceptación sino resignación. La perdida nuca se acepta, uno no acepta que ha perdido simplemente pierde.

    Tras la pérdida, durante un tiempo, nos encontramos inmoviles, anclados en los recuerdos, mientras el mundo gira a nuestro alrededor. Entonces, parafraseando a Marías, "sin que suceda nada relevante", y sin saber como, llega el día en que la nostalgia nos empacha, la melancolía se oculta tras el muro de lo cotidiano. Y aparece un componente esencial en este proceso de desintoxicación emocional: el hastío.

    Habiendo entrado la pereza, el hastío, en juego es el turno de la memoria y sus sucias triquiñuelas. En nuestra mente se deja de perfilar la realidad tal como la conocimos, siendo sustituida por un mosaico de imágenes idealizadas, enaltecidas por el romanticismo de lo retrospectivo. Solemos querer más a las personas que hemos pérdido en el recuerdo que teniéndolas, como en el pasado, frente a nuestras narices e interactuando con ella. La memoria es un arma afectiva poderosísima, si sucumbes a su embrujo distorsionador tu pasado puede quedar ensombrecido por la mentira.

    Por eso, aunque sepamos que nunca se va a reparar ese puente que nos unía con esa persona (bien por pereza, bien por imposibilidad práctica), en determinadas ocasiones, cuesta mucho llegar a olvidar lo olvidado.

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  5. Entre otras muchas cosas, me quedo con tu frase tan cierta como terrible: "La pérdida nunca se acepta, uno no acepta que ha perdido simplemente pierde"

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  6. En mi opinión, dificilmente se puede querer más a una persona después de haberla perdido. En todo caso, te sientes culpable por no haberla sabido querer lo suficiente y por supuesto nunca olvidar a la que se ha querido de verdad.
    Creo que se puede aceptar algunas pérdidas, como también se puede renunciar a muchas de ellas, con la excepción de la de un hijo.
    Esta sí es la más terrible de todas, que ni se acepta ni se convierte en pasado.
    Lo dice muy bien un escritor argentíno (J.Bucay) en su libro "El camino de las lágrimas".
    Un saludo.

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  7. Ojalá no hayas tenido que vivir la que nunca se convierte en pasado; la "inaceptable pérdida".
    Un beso

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  8. Querida Amiga, aunque no muy de cerca, sí conozco algún caso y como cualquiera, y más si se tiene hijos, puedo imaginar el dolor y el sufrimiento sin límites.
    Ojalá que, tampoco tú, hayas tenido nunca que vivirlo.
    Pero no nos pongamos tristes, así que voy a leer el poema de A.Porpetta, que tan deliciosamente has escogido.
    Un saludo.

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  9. Yo tampoco he sufrido este tipo de pérdida. Y por lo tanto tienes razón, no nos pongamos innecesariamente tristes:

    TRISTEZA, escarabajo
    de siete patas rotas,
    huevo de telaraña,
    rata descalabrada,
    esqueleto de perra:
    Aquí no entras.
    No pasas.
    Ándate.
    Vuelve
    al Sur con tu paraguas,
    vuelve
    al Norte con tus dientes de culebra.
    Aquí vive un poeta.
    La tristeza no puede
    entrar por estas puertas.
    Por las ventanas
    entra el aire del mundo,
    las rojas rosas nuevas,
    las banderas bordadas
    del pueblo y sus victorias.
    No puedes.
    Aquí no entras.
    Sacude
    tus alas de murciélago,
    yo pisaré las plumas
    que caen de tu manto,
    yo barreré los trozos
    de tu cadáver hacia
    las cuatro puntas del viento,
    yo te torceré el cuello,
    te coseré los ojos,
    cortaré tu mortaja
    y enterraré tus huesos roedores
    bajo la primavera de un manzano.
    (Pablo Neruda)

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  10. Perdone Sirena, pero,¿no seremos familia Ud y yo?.

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