CORAZONES EN LAS TINIEBLAS

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A un corazón sin tinieblas


¡Qué difícil es conectar el sentimiento y la palabra cuando te dispones a escribir sobre algo que amas! La pasión siempre enturbia el proceso. La escritura es un intento de filtrar el caos que anida en los laberintos del pensamiento y convertirlo en algo que tenga sentido para nosotros –sólo para nosotros. Puede tener sentido o no para los demás, pero eso es irrelevante en la ética de la escritura–. Cuando la pasión se interpone el filtro desaparece y sólo queda el caos que se olvida de todo delirio de coherencia.
Voy a cometer la temeridad de escribir sobre algo que amo, que me apasiona. Voy a enfrentarme al caos, intentaré sistematizarlo (en la medida de lo posible), apresar su aliento y plasmar contornos que nunca existieron.
Voy a cometer la temeridad…
Amo Los Soprano. Me apasionan Los Soprano.
¿Y por qué los amo? Nunca podría responder a esta pregunta, es más: creo que jamás se puede responder a esa pregunta sin recurrir a una vulgaridad que linda con lo irreal. Ningún tipo de amor debe ser desmembrado por la lógica, el tamiz racional no tiene cabida. Plantearé preguntas más susceptibles de respuesta. ¿Qué ofrecen Los Soprano? A esto si me atrevo a responder: TODO. Tragedia, humor, épica, romanticismo, guiones memorables, personajes memorables, interpretaciones memorables, etc, etc. Posee, además, la cualidad suprema de cualquier relato (ya sea literario, cinematográfico… de cualquier tipo): Nada de lo que cuenta te resulta ajeno. Los Soprano es una historia de monstruos, una fábula macabra en donde los buenos son los malos. La gran paradoja es que no puedes evitar la identificación emocional, la mirada cómplice. Sus personajes perpetran atrocidades pero, a su vez, están revestidos de una humanidad irresistible. Por más espeluznante que sea el acto que cometan, siempre adivinas un corazón oculto en la niebla. Cabría preguntarse: ¿Son los personajes de Los Soprano gente intrínsecamente mala capaz de mostrar bondad? ¿O son gente intrínsecamente buena sumergida en la demencia moral, engullida por las tinieblas?
Quieres que ganen los malos, que se salgan con la suya. Puedes ponerte como quieras, pero una vez que la serie te ha atrapado es inevitable. No hay resistencia posible ante su descomunal fuerza empática.
¿Por qué?
Tampoco estoy muy segura de poder responder a eso. Fijémonos en el protagonista: Tony Soprano. Un líder inteligente y metódico, pero también lujurioso, glotón, violento e incapaz (como cualquier niño) de asumir la frustración. Tony Soprano es, a su manera, una autentica figura Nietzscheana, un elogio impúdico del instinto. En su ser no existen muros entre el impulso y el acto. Son esos muros los que nos permiten ser criaturas sociales y civilizadas. ¿Y quién no ha fantaseado con derribar los muros? Despojarse de todo convencionalismo social, de toda vestidura deontológica, es una idea tétrica pero seductora.
Los Soprano gozan del poder seductor de las fantasías tangibles e irrealizables.
En Los Soprano no sólo existe inmoralidad, también existe ambigüedad moral y es precisamente éste uno de sus puntos más fascinantes. Son gente que transgreden continuamente los preceptos y normas sociales y, sin embargo, no hacen más que hablar de valores, se jactan de estar sometidos a códigos estrictos e inviolables (familia, lealtad, religión…). ¿Hipocresía? ¿O realmente creen en un sistema de leyes ubicado en otro plano moral?
Humanos, demasiado humanos –a vueltas con Nietzsche-. La ambigüedad moral no es el único tipo de ambigüedad que existe. Por ejemplo: ¿Cómo una persona capaz de asesinar a sangre fría, ordenar ejecuciones masivas, se puede sentir impotente cuando se trata de educar a sus hijos? ¿Cómo puede mostrarse desarmado ante una figura maternal tiránica? ¿Cómo puede hallarse indefenso ante unas crisis de ansiedad que escapan a su control? Tony Soprano es un gigante. Cualquiera de nosotros podemos llegar a ser gigantes. Pero incluso los gigantes empequeñecen dramáticamente ante ciertas personas y circunstancias. Al final, después de todo, resulta que es débil, vulnerable… humano, demasiado humano. También es malo (¡malísimo!), de acuerdo.
Pero la maldad (ya sea de pensamiento o de obra) también es una cualidad humana. Demasiado humana.
Para terminar y a modo anecdótico diré que la última vez que lloré (hará más o menos una semana) fue viendo Los Soprano. Es una escena que habré visto cinco o seis veces pero siempre me pone un nudo en la garganta:
Christopher Moltisanti –Mi personaje favorito. Un joven de treinta y pico años con problemas de drogadicción y de temperamento, pero que es todo corazón, en el buen y mal sentido. Un monstruo enternecedoramente débil– está sentado, intentando escribir en su portátil un guión de cine sobre la mafia. Es una actividad que se toma muy en serio, incluso ha acudido a talleres de escritura. Se le ve desesperado, fumando como un carretero, sin poder escribir una frase, sufriendo el clásico bloqueo del escritor. Además, está pasando una mala época en lo que a su "trabajo" se refiere, se siente poco valorado y deprimido. De repente entra un amigo –Paulie. Un mafioso sesentón, de la vieja escuela–. Paulie le dice que hace que no está vestido, que están esperando en su coche un par de mujeres esculturales para pasar un buen rato. Chris le comenta sus problemas para escribir, que no se le ocurre nada. Paulie le dice que no se agobie, que ya le llegará la inspiración y que ahora lo que hay que hacer es divertirse. Entonces Chris procede a contarle una cosa que le enseñaron en el taller de escritura: todo dibujo de un personaje sobre el que se centra un guión tiene lo que se llama un "arco": empieza en un punto bajo, después ocurre un hecho trascendental que hace que ascienda (relata esto mientras asciende lentamente sus manos hasta el punto más alto de una imaginaria U invertida) y, finalmente, vuelve a bajar. Entonces pronuncia la frase que no olvidaré hasta que la muerte o la enfermedad me robe la memoria. Con la mano fija en lo alto y ojos vidriosos dice: "¿Dónde está mi arco, Paulie?"
Creo que todos nos hemos preguntado en algún momento de nuestra vida donde está nuestro arco.
Los Soprano no sólo ayudan a vivir: también ayudan a sobrevivir. La vida es demasiado corta como para no ver Los Soprano.
Es tan insólito poder decir que algo te ha hecho realmente feliz.
¿No?


11 comentarios:

  1. Hummm, podría haber escrito lo mismo (mucho peor claro, pero con la misma idea), pero no te voy a seguir la corriente, me voy a poner a la contra en plan radical. Es de hecho algo a lo que me obligo cuando como tú, siento simpatía, ¡qué coño, me enamoro!, de algún personaje, siempre literario o cinematográfico, de esta calaña.

    La belleza de los seres malvados, del poder, es a la naturaleza humana lo que Pamela Anderson y su silicona es a una sonrisa de Audrey Hepburn. Un producto prefabricado, buen material para una paja, incluso una metáfora que puede dar juego para discutir con inteligencia sobre la naturaleza humana, sobre el sobrevalorado y romántico “instinto”. No tengo ni idea, nunca la tendré, de lo que hay tras la sonrisa de la princesa, pero sé que tras lo otro no hay nada (una inundación de endorfinas es nada, un tipo capaz de segar otra vida es nada). Si alguien quiere deshacerse de los convencionalismos, si quiere derribar los muros entre el impulso y el acto, que sea valiente, inteligente... y se corte las venas, que no se dedique a multiplicar el sufrimiento para paliar el suyo o disimular su cobardía y vulgaridad. Y no, no son hipócritas, para serlo necesitarían una inteligencia y lucidez de la que carecen. ¿Incapaz de asumir la frustración? ¡¡Llorica!!

    Soltado el rollo, que releo y no entiendo ni yo, “Los Soprano” es una cuenta pendiente que me cobraré este otoño, ¡¡ayyy qué ganas!! Y por referencias, me da que el tal Tony me va a encantar.

    (P.D.) Y tener a tus lectores a régimen es un acto de maldad. ¡Bicho!

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  2. Aunque yo no veo la televisión, sé de lo que habla; es cuestión de posicionamiento. Una historia contada desde dentro, contará invariablemente con la adhesión del espectador; no sé porqué ocurre, pero es así. Podría establecer un paralelismo con una noticia aparecida hoy, en la que un juez ha determinado que el más alto funcionario de una comunidad ha recibido regalos de una trama corrupta, pero que su cargo no tiene competencias en la adjudicación de contratos, por lo que no pueden atribuirse a favores recibidos. Hay que estar muy dentro del bando favorecido por esta burla para alegrarse por el fallo. También yo pregunto por mi arco, y porqué no, por mis flechas, en situaciones semejantes. Los malos, siempre son los otros, los de fuera del círculo desde el que vemos los acontecimientos. Es como desear que ganen los nuestros, aunque sepamos que a nosotros sólo nos tocará el papel de claque.
    Veré a los Soprano e intentaré que me caigan bien; les pediré luego que acepten un contrato para cargarse a las cigarras de Edén.

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  3. Coincido en tus razonamientos sobre la dificultar de analizar lo que amamos.
    De la serie o de sus personajes no tengo opinión porque no he visto ni un solo capítulo.
    De lo que sí me alegro mucho es de ver que disfrutas y aciertas escribiendo sobre alto que te ha hecho realmente feliz.

    Besos.

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  4. Yo debo tener una especie de crisis, Sirena. Coincido en que ninguna serie me ha hecho tan feliz y también tan ansioso (iba al segunda mano a ver si tenían las temporadas y terminé viéndolas salteadas sin notar que quizá no me haya enterado de cada nostra cosa que sucede). No sabría quedarme con ningún personaje. Desde Big Pussy a Tony B me encantan todos. Me llamó la atención cómo, sobre todo en las dos primeras temporadas de la serie, la mirada de la cámara se fija siempre, en planos cortísimos, en las pequeñas cosas que pasan por la posible mente de Tony cuyos dos lados se ven puestos en extremo en cada temporada, pero más en los últimos capítulos... (tengo que dejar los puntos suspensivos, mecagoen). Pero el secreto es que lo que rodea a cada personaje es asco y, sobre eso, siempre se levanta algún ápice de ganas de vivir (y también, ay, de rodearse).
    Todo lo que valoras hace grande a esa serie. Quizá me quede con la puesta en escena debido a que no me explico otra que pueda hacer que me haya supuesto la semidecepción (al comparar) de otras con magníficos guiones y también excelentes tramas y personajes (como The Wire o The Shield, que son enormes).

    Venga, me mojo: Me quedo con Carmela.

    Te echaba ya de menos cuando, de repente, vuelves con los sopranos.
    Así cualquiera.

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  5. Querida Sirena. ¡Qué poco te prodigas! menos mal, que de vez en cuando, un acto de pasión te lleva a ello.

    Me ha gustado mucho tu entrada, y no me estraña que lloraras con la escena que describes. No he visto Los Soprano (lo reconozco con un punto de dolor, porque he leído críticas buenísimas, entre ellas la tuya). Y es cierto. Espero remediar pronto eso y verlos.

    Un abrazo, Sirena. Y aparece un poquito más...

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  6. Hola Sirena Varada:
    Soy David del podcast La Caja de Spoilers y por casualidad he caído en tú interesante blog y he leído el post Corazones en las Tinieblas. Me ha gustado mucho, coincidimos, creo, en algunos aspectos sobre The Sopranos. Si te apetece, te sugiero que escuches nuestro podcast que en su último episodio trata sobre la serie a ver que te parece. Te dejo el enlace de nuestra web o si lo prefieres, puedes encontrarlo también en Itunes por "La Caja de Spoilers".

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  7. http://www.lacajadespoilers.com/

    Gracias David

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  8. Cinéfilo y teléfago hasta la médula, aún no he visto ningún capítulo de Los Soprano. Ni uno siquiera.
    A varios de mis grandes amigos del medio audiovisual les he oído afirmar, categóricamente, que era la mejor serie de televisión de todos los tiempos. Yo, que guardo en mi corazón mis series míticas, no sé si por miedo a la decepción o por miedo a un nuevo enganche (ahora apenas miro de cuando en cuando en cuando -no es una errata- alguna teleserie), me he resistido a 24, a Perdidos, a El ala oeste de la Casa Blanca..., pero puede que no me resista más a Los Soprano. ¡Ya está bien!
    Sería como negarse un buen viaje, garantizado.
    Con la ventaja de que, si por un azar, no me gustara el trayecto, sin problema, me tiro del avión.
    Gracias.

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  9. Por principio, no sigo ninguna serie de tv. Exigen una fidelidad que no me considero capaz de mantener. Sólo he visto capítulos aislados. Me han recordado, salvando las distancias, a la gran saga cinematográfica sobre el tema que es, por supuesto, la de "El Padrino".
    De lo poco que he visto de la serie, me atrae sobremanera el personaje de la psicoanalista interpretado por Lorraine Bracco.

    Pero creo que tu recomendación, unida a la de algún otro fanático de la serie (como mi amigo virtual, Horrach-http://horrach.blogspot.com-) me están incitando a comenzar a seguirla con fidelidad, en las próximas temporadas.

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  10. A mí también me cautivan los Soprano por ese halo susceptible de transgredir situaciones que, todas juntas, forman la vida. La emoción contenida que se siente pronto salta cuando el personaje se mueve tan perfectamente bien encajado en cualquier escenario de los hechos, que te das cuenta de que no solamente los vive y los hace vivir a los demás, ampliándolos en perspectiva, sino los llena con su facundia como las vidas ejemplares no suelen hacerlo, metidas en ese aura de virtualidad que pronto las plastifica aunque sean loables pero grises ejecutorias a efecto del normal acontecer humano. Soprano es un personaje en progresión que proyecta la incandescencia de su propio paso y deseo; y lo que es mejor: lo hace, al no quedarse nunca a medio camino de nada. Es lo que es y ha hecho, pero su grandeza emotiva, personal y escénica, estriba en que, aparcando su maldad externa y extrema, acercando su interioridad doméstica y familiar, es mejor persona que muchas de las que se lo creen sin fundamento, asesinatos aparte, claro, en el plano moral y cívico. No ataja. Va directo y utiliza todos los medios para que su vida sea suya y no proyección de los demás; algo que la inmensa mayoría de la gente no puede decir. Hay valentía en arrostrar todas las consecuencias de sus actos, porque se ve inmerso en un proceso vital que le aglutina y engrandece: ser él con todos sus defectos, pero sin perder un ápice de identidad, algo de lo que también la mayoría de los seres humanos ni saben lo que es ni se proponen averiguarlo: son autómatas sin relevancia, para bien o mal. de sí mismos. Particularmente, creo que todo se supera con las sesiones a la psiquiatra y la increíble intercalación de ambos en las sesiones, absolutamente acertada y apoteósica de efectos. Un abrazo K

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  11. Es curioso pero a veces pienso que no duele solo el amor sino el ridículo, el bochorno y la verguenza, son tan dolorosos...tal vez todos se resuman en la palabra humillación. Y todas, que se suponen deberían ser tan dolorosas dejan de doler con la muerte.

    ¿Duele el amor?

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